Cierto es que a menudo, cuando pensamos en salir a pescar en invierno, la primera imagen que nos viene a la mente son los días grises, con viento, fríos y con el mar movido… Días que se parecen, aproximadamente, a lo siguiente.

Son días de invierno. Días en los que aprovechamos para pegarnos el madrugón, pasando frío poniéndonos los trajes de neopreno o los trajes secos, la ropa térmica… Días que no sabes qué tiempo hará hasta que nos acercamos al mar y nos adentramos en él, en los que los guantes de neopreno no te sirven porque pierdes sensibilidad en los dedos, y en los que pierdes sensibilidad sin guantes porque hace frío y el tiempo no acompaña. Días de viento cortante, de pasarte horas con el culo mojado intentando buscar esa actividad frenética en superficie que no aparece por ninguna parte. El mar parece desierto, y después de pegarte el madrugón y cargar trastos y bultos, te vas a casa de vacío…
Pero comienzas a cansarte de todo eso, y el afán por mejorar te desquicia. Y la llamada de un amigo hace que te animes y que pruebes las cosas del tiempo. Como dirían los cocineros, la comida de temporada. Y vuelves a salir dispuesto a ello, y te encuentras un mar como un plato, toda la mañana. ¿Serán las minves?

Porque no nos engañemos, aunque haga frío, lo disfrutamos igualmente. Nos encanta estar metidos en la inmensidad del mar encima de un trozito de plástico que flota. Y aunque sea invierno, encontramos amaneceres que sólo podemos ver en esta época. Lo sabemos disfrutar, y aprendemos de ello. Porque el simple hecho de saber que la rutina y los problemas están unos cientos de metros más allá, y siempre en tierra firme, es un alivio que te despeja la mente por unas horas.

Y un día tienes alguna que otra sorpresa. Y pruebas a fondo, y lo disfrutas bien disfrutado. Y sales ganando.

Vuelves a probarlo de nuevo, otro día más. Pero esta vez acompañado por Jose Escórpora. Y encuentras bellos y curiosos paisajes urbanos, y otras fotos dignas de colgar y de archivar en el álbum de los recuerdos. Y más sorpresas…

Y como aprendes de los errores, afinas la técnica… Te especializas y buscas un tipo de capturas. Y te funciona.
Y entonces empiezas a valorar los resultados…

Y queda constatado que madrugar, pasar frío, soportar el viento y las derivas, el viento cortante, las manos heladas y los esfuerzos y quebraderos de cabeza tiene sus recompensas. En la playa te espera otro compañero, el maestro Joan, que te recibe con los brazos abiertos, esperando un buen resultado. Y por eso lo compartes con todos, porque estas orgulloso de ello, y porque el kayak invernal, tiene su punto.
Publicado en Amigos / Compañeros, Zona Fòrum Barcelona
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